sábado, 26 de julio de 2008

HISTORIA DE UNA SUPERVIVIENTE DE LA EDUCACION: LA E.S.O.

Hay días en los que en vez de dormirte, de repente piensas en cosas que, a pesar de ser muy importantes, pasan los años y no se por qué, no te paras a reflexionar.
Hoy es una noche de esas, y me he parado a pensar en qué ha sucedido para convertirme en la persona que soy.
En el colegio fui la más lista de la clase. Cursé allí 1º y 2º de la ESO, la primera promoción. Pero al ser cursada en el colegio, lo único que cambió fueron las tapas de los libros y poco más, pero el método fue el mismo. Fue en un colegio de barrio normal, ni rico ni pobre. Más bien pobre porque nunca vimos una pastilla de jabón o un rollo de papel higiénico, pero por aquel entonces era lo normal. Pero era un colegio bueno, donde se respetaba a los profesores y corríamos a nuestros puestos cuando el profesor se acercaba por el pasillo. También vi bastantes bofetadas cuando alguno se comportaba mal. En cuanto al cambio a hacia la ESO recuerdo quejas porque no pudimos usar los libros de nuestros hermanos mayores, pero nadie veía lo que se avecinaba.
Cuando llegó la hora de solicitar las plazas para el instituto, a mi me enviaron a uno del extrarradio. Mis padres querían que yo fuese a uno que estaba más en el centro de la ciudad, donde iba mi hermano, pero como ambos son trabajadores y teníamos una renta de clase media, mis posibilidades de elegir eran más desfavorables que las de otros con una renta más precaria. No me importó separarme de mis compañeros porque mi grupo de amigos estaba ya consolidado y comprendía gente de otros cursos y otros colegios.
El instituto era nuevo, bonito y con vistas al mar, pero pronto me di cuenta de que estaba lleno de alumnos sin interés. Como en la ESO la asistencia a clase era obligatoria hasta los 16 años y los profesores no tenían autoridad legal para echar a nadie de clase, pronto me vi en un ambiente que no correspondía a una clase. Lo que deberían de ser lecciones de biología, física o matemáticas, eran en realidad una lucha desesperada entre los desgraciaciados profesores, y los desgraciados macarras que les toreaban. Además, como debían de comprobar la asistencia de los alumnos y registrarla en un aparatito electrónico, los primeros 20 minutos de cada clase consistían en pasar lista. Ocho horas al día, pues ocho veces al día, quizá lo único que aprendí fueron los nombres y apellidos de mis 24 compañeros. Para muestra un botón: no dimos clase de lengua en dos años porque el profesor estaba de baja por depresión, pero nos soltaban al patio.
Sería maravilloso que si en una cesta d manzanas sanas, metieras a 6 manzanas podridas, estas sanasen. A mi también me gustaría, no se crean que soy una hija de puta, pero la realidad es que no es así. No se pueden aplicar métodos ideales para un mundo que no lo es, hay que adaptarse, pero los políticos viven de las palabras bonitas.
Pronto empecé a tener una actitud pasota. Aun así algunos profesores empezaron a tener interés por mi, porque era la única que recordaba las tablas de multiplicar y a veces escuchaba, pero empecé a podrirme yo también.
- ¿Llevas los cascos puestos?
- Sí.
- ¿No te los quitas?
- No, es que… estoy oyendo musica, ¿sabes? (jajajaj, coro de risas)
En el fondo estaba enfadada, estaba enfadada porque no habían sabido darme amparo cuando alguno de esos macarras se había metido conmigo, y yo había pedido ayuda y ellos me habían dicho ‘ya… pero es que no podemos echarlo de clase…bla bla’ así que me volví una de ellos y me dediqué a provocar la risa de mis compañeros.
Acabó la ESO y comenzaba el bachillerato. Y milagrosamente, porque no se puede decir de otra manera, a mi mente vino la idea de cambiarme al instituto del centro, al de mi hermano, para cursar los dos años que faltaban hasta la universidad. No tenia aspiraciones de estudiar ninguna carrera, pero… mira no se, pero me cambié.
Y vinieron muchas lágrimas, pero nunca me arrepentí. No podía seguir el ritmo, eran muy listos, yo era la peor de la clase, y de verdad que no podía. Pero rendirme es algo que no me suele pasar ni por la cabeza, y me apunté a una academia de matemáticas. Aprobé el primer año por los pelos, y solamente quedaba el correspondiente a COU, o sea, 2º de Bachiller.
Y vinieron más lágrimas todavía. Repito que no tenía ninguna aspiración profesional, solo sabia que tenia que aprobar, y no pararía de esforzarme hasta superarlo. Y para colmo me junte con malas compañías. Es curiosa la inclinación sobretodo de las mujeres de tender a la autodestrucción cuando algo no va bien, pero eso es otra historia que debe ser contada en otra ocasión.
Pero algo debí de transmitir a alguna profesora de física, o a otro de lengua, que me aprobaron dos asignaturas y pasé el curso, a pesar de no haber aprobado ni un solo examen de historia. Recuerdo que a mitad del curso destroce el libro.
No estudie absolutamente NADA para selectividad, habia dado el máximo de mi en esos dos años, y en una semana no iba a acambiar nada. La aprobé por los pelos, un 5.69, creo.
Y nos dieron un librito con las carreras a elegir.
Comenté con mi madre echar un CV a Mercadona, ahí las cajeras cobran bien. También me planteé hacer un curso de CCC de estética o peluquería. Estaba tan cansada que el librito lo abrí unos 3 días después de recibir las notas.
Decidí empezar alguna carrera, aunque solo sea por poner luego en el CV ‘Hice el primer curso de la carrera tal en la universidad’. Lo juro.
Cogí un bolígrafo y tache todas las de letras, la de historia la primera. Luego todas las de salud. Luego las que estaban fuera de mi provincia, porque no quería que mis padres invirtieran dinero para nada. Y me quedaron las ingenierías. No tenia ni puñetera idea de lo que significaba ‘Telecomunicaciones’. Era como leer un libro en chino. Vi la de industrial, que solo eran 3 años, y había una asignatura de Física, y a mi la física me gustaba. Había otras como mecánica, que también tenía que ver con lo mismo. Y la elegí.
Y llegué a la universidad con una inercia en el tesón, el esfuerzo constante la dedicación absoluta, y pronto empecé a destacar, saqué matrícula en física, y seguí y seguí hasta convertirme en lo que soy.
Y esa es la historia de mi vida.
Mis amigos suelen decir de mi que tengo las cosas muy claras, pero aun así, siempre admito que ha sido una mezcla de suerte e intuición.
En cuanto al mundo laboral, me lo reservo para el próximo capitulo.

2 comentarios:

Loth dijo...

Acabo de leer tu blog de un tirón y me siento muy identificada, yo soy de tu misma generación, también he sufrido los desfases y desmanes del sistema educativo, siento la misma ambición y al mismo tiempo la misma apatía e incertidumbre en el ámbito laboral, puede que incluso personal...

En fin, no me alargo más, te seguiré leyendo con ganas :)

Brie dijo...

Caray, niña... yo hice enfermería en tercera opción, porque quería hacer medicina... me faltaron 2 centésimas, 2, pero me dio un palo horrible examinarme en septiembre otra vez, así que esa decisión influyó en lo que soy ahora. Ya nos contarás tus peripecias en la Uni :D