martes, 23 de septiembre de 2008

Los lunes al sol. Los martes también.

Al bajarme del metro hice un esfuerzo para obviar un pinchacito de desilusión. No era el centro, tan boyante de luces, cafeterías de madera oscura, gente trajeada yendo y vininedo; pero quizá en cambio tengan más suelo para unas oficinas más amplias. Es algo queya he visto otras veces.
Pero conforme me iba acercando a la empresa por una cuesta más propia de una montaña rusa que de una zona industrial de la capital de un pais, he visto que más que oficinas, allí había talleres y fábricas. Paisaje de chapa, cemento, palés, polvo y matojos de esos grisáceos que no se sabe bien si están vivos o muertos.
He llegado bastante pronto, y la recepcionista, sorprendentemente simpática, me ha indicado dónde podía tomar un café. O una cafetería o el comedor de la empresa. Como no quería seguir por la cuesta imposible buscando una cafetería seguramente grasienta, me he decantado por el comedor.
Era relativamente amplio. Sillas blancas, unas con un acolchado que había vivido tiempos mejores, ahora con bocados en la gomaespuma, y algunas sillas blancas también pero de plástico. Mesas de tablón conglomerado, varios microondas, y una máquina de café. Líderes en su sector, 15.000 empleados, i+D, pero... todo tenía un aspecto muy ... de Portugal.
El café casi consigue bajarme los ánimos, pero una vez más, me he resistido.
El entrevistador, con manga corta y corbata. Olía a sudor ya a las 10.00 de la mañana.
Todavía estaba dispuesta a luchar por ese empleo, a pesar de mil cosas.
- (...)
- En qué rango salarial te ubicas.
- Pues... se que para mis características está entre 18.000 y 24.000.
- Bueno, nosotros ofercemos... dentro de ese rango, la parte inferior.
- Y eso son...
- 18.000.
- Mmm...
Cuando alcé la vista para encontrarme con la suya, me consoló ver una cosa: incomodidad.

1 comentario:

Gus dijo...

Animo mujer. Esto es como aquello que decia el Poli Diaz: Todo es ponerse.